domingo, 25 de marzo de 2007

LA BERREA.Ya es primavera en el Corte Inglés.


Me he despertado en casa de mi amiguete Chato y llevo más de una hora peleándome con los formularios on-line de la Junta de Andalucía. Ayer se suponía que ibamos a trabajar toda la tarde/noche, pero claro, estando en plena berrea, cualquiera se queda en casa.

Anoche el recorrer las calles malagueñas, al pegar botes en el Filo, creía detectar cierta ansiedad sexual en el entorno. En el interior del populoso bar, las chicas se contoneaban, los tipos intentaban seguirlas en sus movimientos cimbreantes, sin mucha gracia. El culo de una morena chocaba contra mi cadera al ritmo pausado de un ensalmo. Yo no tenía ganas de ritual. "Hola, ¿como te llamas? ¿Eres de Málaga? ¿Que edad tienes?". Pese a los ánimos que me daban mis amigos, pasé. ¿Para qué? ¿Que iba a conseguir? ¿Un par de besos, una subida de temperatura dérmica, el producir alguna adrenalina?


Me tocaron el hombro. Una cara ovalada y agradable me sonreía, movía los labios, pero Maná no me dejaba escucharla. Me acerqué a su boca, sin segundas intenciones. "Hola, tu estuviste en un Taller de Crítica Audiovisual conmigo". En aquel momento no estaba yo para desempolvar el expediente académico, pero sí, me sonaba. "Soy Estefi. Es que estoy haciendo un trabajo sobre el comic en el cine y...". Bla, bla, bla. Intercambio de teléfonos y la promesa de una cita la semana que viene para hablar de ese trabajo suyo. Debo tener cara de samaritano


Al poco llegó un tipo enorme y con cara de baboso y le comió los morros a la morena que seguía danzando espasmódicamente junto a mí. Esta hizo un amago de resistencia y luego se dejó hacer. Lo dicho, la berrea.

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