lunes, 19 de enero de 2009

SANTA LUCÍA. Día 5.

Me resulta impresionante la capacidad del hombre para ocupar espacios. Subo con mi tío P hacia Ayacata. Todos los días de escuela, sube y baja a un grupo de ruidosos niños en una mini-guagua. El paisaje es de una belleza primigenia, con un toque lovecraftiano. La carretera parece trazada por uno de los dibujantes de El Correcaminos.
Mi tío P le dice a los niños que soy un inspector de guaguas llegado de "la península". Yo me pongo muy serio y cuando dos niñas alborotan, informo al conductor de que en base a la ley (me lo invento) párrafo (me lo invento) , si sufre cualquier problema por el comportamiento de los niños, se les puede retirar la plaza, Enseguida se muestran silenciosas.
El viento aulla y a veces zarandea el minibús. Mi tío P. pronuncia, lacónico "esta tarde, el Diablo está fuera". Veo a Pedro Botero gozando del frío, haciendo piruetas desnudo entre las rocas volcánicas.
Cuando dejamos al último niño en la puerta de su casa, me despido con un serio "el cabildo, siempre a su servicio".

Este universo femenino, como el único, está formado por supervivientes. Cuando estas cinco mujeres (la mayoríam superan la cincuentena) se reunen, se procuran la crónica necrológica, un profundo y detallado repaso de quien ha muerto recientemente o quien está a punto de entregar la cuchara. Ideas como el Facebook pierden todo valor escuchando estas letanías.
"R, la de (tal sitio), que se le murió una hija también". "Al marido de S. le encontraron cáncer de tal" , y "el hermano de F. está en las últimas", y "a mi el análisis me salió bienísimo", y "la madre de L se tropezó y se le rompió la cadera, lo que le queda a la pobre..." Y así durante horas, como si no quedase vivo nadie más que ellas. Comentan "maluras", enfermedades, gripes, tumores, mamografías. Al Bosco le hubiese encantado estar sentado a mi lado.
Escapo de este amable aquelarre y me voy con mi tío K. a Taidía. Más montaña, pero de noche. Comemos paella, papas arrugás con mojo y un queso de cabra que levantaría a todos los muertos que mentan mis queridas familiares. A un niño gordito le hago dibujos en una libreta. Cuando termino uno me pide "otro, otro", y cambio la cuchara por el bolígrafo. Luego se los enseña a los lugareños. Volvemos a casa a la una. Silencio. Compruebo las escobas de la entrada. Están todas.

Ayer sale el sol. Por fín. Me voy con mi tía M. y su novio A. a ver la presa de la Sorrueda. No tiene tanta agua como en la foto y parece chocolate. A. me cuenta la historia del "Baile del Pámpano". Una fiesta orgiástica, evidentemente pagana, que durante años, y a pesar de la persecución inquisitorial, se celebraba en los barrancos.
Un grupo de hombres y mujeres desnudos, ellas con "sus partes" cubiertas con una hoja de ñamera, escapaban por unas horas del oscurantismo imperante para desatar libremente (sic) su apetito y fantasías sexuales en un entorno natural. En esta curiosa danza, el hombre que con su miembro rompía la coriácea hoja de ñamera, disfrutaba del sexo de la afortunada.
Canarias. ¡Que grandes desconocidas"
B. me sigue contando cosas. Que su padre biológico es un legionario, que hace culturismo...Unos jóvenes sentados en El mirador, se meten con él. No les entiendo. Él se caga en la madre de uno de ellos. Pobre. Nos tomamos un café. Luego se va, dice que está muy ocupado.
Me voy con mi tía M. a jugar al bingo.



4 comentarios:

Stultifer dijo...

¿Y la noche cómo es?
Te escribo desde el lecho del dolor, pero te recuerdo. Nunca me contaste que eras inspector de guaguas... Tienes aún muchos secretos para mi.

Lucía dijo...

jajaja pobres niñas... traumatizandolas en el bus...

El Porquero de Agamenón dijo...

I-Quizás de lo mejor que has escrito.
II-¿Por qué será?
III-Un abrazo.

Jaime Noguera dijo...

Stultifer:
La noche, la noche...fría y silenciosa. ¿secretos? Lo de la inspección de guaguas es una porquería comparado con lo que queda por contar.

Lucía:
No las traumaticé tanto...fui bueno, lo prometo.

Porquero:
I- Gracias
II- Ni idea, yo pensaba que no estaba demasiado mal ni demasiado bien.
III- Otro