La última pelicula que vi en el abarrotado cine Moskvá del Golden Apricot Film Festival de Yerevan fue Tetro, de Francis Ford Coppola, con Vincent Gallo, Alden Ehrenreich, Maribel Verdú, Carmen Maura y mi actor de culto Klaus Maria Brandauer.
Conseguimos sitio en la primera fila, pero entre esta y el escenario había, por suerte, un buen trecho. Pudimos incluso estirar las piernas. Ella me pasó un abanico hecho con un folio acordeonado. Hacía mucho calor.
Tetro es magnificamente excesiva y personal, la historia de dos hermanos torturados por el recuerdo y la figura castradora de un padre genial y cruel, un überdrama que pega generosos navajazos a un concepto tan coppoliano como el de la familia. Una película, en fín, hipnotica y fascinante.
En mitad de una escena me besó en el cuello. Sonreí y volví a cogerle la mano. ¡Que bella era la noche!
Conseguimos sitio en la primera fila, pero entre esta y el escenario había, por suerte, un buen trecho. Pudimos incluso estirar las piernas. Ella me pasó un abanico hecho con un folio acordeonado. Hacía mucho calor.
Tetro es magnificamente excesiva y personal, la historia de dos hermanos torturados por el recuerdo y la figura castradora de un padre genial y cruel, un überdrama que pega generosos navajazos a un concepto tan coppoliano como el de la familia. Una película, en fín, hipnotica y fascinante.
En mitad de una escena me besó en el cuello. Sonreí y volví a cogerle la mano. ¡Que bella era la noche!
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