Querido amigo:
Hace dos noches vi tu sombra pegada a la mía, junto a las demás. Fue una lánguida canción la que me hizo buscarte y te encontré como siempre: sonriendo.
Tragué saliva. Toda la que pude. Quise abrazarte pero no estabas allí.
Hace tiempo que no estás, y todavía se me saltan las lágrimas cuando te veo bailar en aquella discoteca de Benalmádena, cuando nuestros sueños, como nosotros, eran inmortales.
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