
Hoy me estuve paseando por la nueva tienda
FNAC de Málaga. Encargué tres películas y compré una cuarta.
Sushine, de
István Szabó. 190 minutos de película por menos de 8€.
Me desilusionó la escasez de buenos títulos de cine documental o el lío que tenían en las secciones de drama y cine de autor. En cuanto a libros, no encontré una buena sección de ensayos como en la librería
Alameda. Por otro lado, el énfasis se pone en las novedades (¿voy a tener que leer a la fuerza algo de Ruiz-Zafón?) y la sección de cine es paupérrima comparada con las de las tiendas
Prometeo y
Proteo. Pero bueno, no llevan ni una semana abiertos, así que habrá que darles cancha.
Cuando voy a pagar, estando yo solo en el mostrador, me pregunta una cajera sonriente "¿tiene la tarjeta de socio?".
Yo le respondo, o lo intento "Pues no, la tenía en la tienda de Marbella, pero como solo iba..."
"Siete euros cincuenta, por favor", me interrumpe ella torciendo el gesto.
No me dejó terminar. Me cortó. Yo quería terminar "...pero como solo iba una vez cada equis meses, no me salía rentable y no la renové". De esta forma me hizo patente algo que yo sabía, que en realidad le importaban un carajo mis motivos para tener o dejar de tener la tarjeta de socio FNAC
Me dieron ganas de descargar mi furia huna sobre ella y practicarle una cirugía a la azteca, pero entendí que solo conseguiría que me subiesen la bilirrubina y la acidez estomacal sin ninguna necesidad.
A ella le habían dicho, indicado, ordenado, que tenía que hacer esa pregunta. Si la respuesta era
A- Sí, entonces cogía la tarjeta y daba los puntos de socio. Si era
B-No, entonces cobraba y punto. Su trabajo no era atender agradablemente al único cliente que estaba ante el enorme mostrador longitudinal vacío y comentarle las ventajas de tener la tarjeta de socio, o indicarle donde podía informarse.
Le pagué calladito y me fui de la tienda hacia la estación de trenes.
Quizás, si en lugar de un triste dvd (ni siquiera una edición especial coleccionista con camiseta muñeco, taza conmemorativa, pendientes a juego, cromos, tarjetas y pegatinas imantadas para la nevera) de 7€ 50 céntimos, hubiese iniciado mi comentario con un montón de dvds, libros y alguna consola de videojuegos depositados ante la dependienta, ella me hubiese dejado terminar e incluso me hubiese mirado a la cara al devolverme el cambio.
Quizás, hasta habría mantenido la sonrisa.