La dinastía chandela construyó los templos de Khajuraho (India) en solo cien años, del 950 al 1050. Hay quien habla de que esos frisos sexuales eran la manera de aleccionar a los jóvenes brahmanes en las artes amatorias... Para otros, fue el capricho de un rey que los mandó erigir en honor de su madre, fecundada por un dios mientras se bañaba en un lago.
Para otros son una enseñanza universal: la manera de alcanzar el nirvana, o la unión del cielo y la tierra, de lo humano y lo divino... Lo que está claro es que los chandalas debían ser unos organizadores de fiestas del primera.
Estas increibles construcciones superaron las invasiones mongolas y a los sensuales pero inconoclastas árabes. Parece mentira. Si se hubiesen hecho en España, los Habsburgo o el mismo Franco se hubiese encargado de convertirlas en harina de piedra.
Viendo estas imágenes milenarias pienso en la teoría del péndulo. En como unos días estamos en un lado, y unos siglos más tardes, con martillo y cincel en el otro. Mi voz y mi alma se resisten a vivir sin sensualidad, pasión, tacto, ni dulzura. No soporto a los dioses amargos.
Quiero sentarme durante horas frente a los templos para grabar en mi mente cada uno de sus monumentos al sexo, homenajear de esta forma a sus artistas creadores, a los chandalas que hoy viven acariciando las corrientes del viento.
2 comentarios:
Avísame y nos vamos juntos a deleitarnos con las esculturas. Vida ésta.
Viva el folleteo, hay alguna postura de esas que tendré que probar, ahora que estoy de nuevo en el gim.
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