viernes, 10 de agosto de 2007

SHARK. Una enganchadera cosa mala.

Uauh, Shark. Tiburón. Una posible definición de abogado, aunque prefiero la que utilizó un amigo mío hace poco. Estuprador de viejecitas. He visto por alguna parte que la empiezan a poner en algún canal español dentro de nada. Creo que en la Sexta. Bueno, pasaré por mi manía de ver las cosas en versión original, pero ya os anuncio mi adicción oficial a la vida catódica de este abogado mamón como pocos.

Y es que los tipos bordes están de moda. Si normalmente el personaje más chulo de cualquier peli es el malo, resulta que ahora se llevan tipos con toque descaradamente desagradable como House, el proxeneta-tabernero de Deadwood, la coja amargada de ER o el cura satánico de Carnivale.

Sebastian Shark, el bueno de James L. Woods, es un abogado defensor que acaba siendo fiscal de Los Ángeles, usando las habilidades que antes le servían para que la escoria beautiul se fuese de rositas para pasar a entrullar a lo más granado del crímen de L.A. Un tipo ligón, forrado, irónico, de lenguaje lacerante que pasa de se lobo solitario a dirigir un grupo de yogurines leguleyos empollones, a cual más insoportablemente pijo.

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