sábado, 14 de julio de 2007

EL TANGA Y EL RELÁMPAGO. Que duro es el verano.


Últimamente un olor a mierda me persigue. O estoy maldito y el Espíritu de las Excrecencias me ha tomado como mascota, o es que he desarrollado una especial pasión para pasear por los pipicanes de esta costa convulsa e insulsa, imagino que en mi huida del ambiente chiringuitero. Todos los paseos me huelen a mierda. Sí, ese aroma dulzón, a melcocha corrupta, que te inunda los orificios nasales como el barro de avalancha. Usted tambien lo conoce, ¿verdad?

Vivir es sufrir por la belleza. Yo, a mi pesar, sufro alégremente. Cada salida de mi guarida es un desfile. Los minipantalones cortos pegados se han convertido en los ultracuerpos nuestros de cada día. Van invadiendo de forma muda los culitos de las pre-púberes golfescas. Como en la película, te miran sin parpadear. No te asustes, no te dolerá. Luego te sentirás mejor.

Junto a las hordas de bikini, trikinis, tangas palabra de honor, y otros intrumentos de tortura pour moi, se abalanzan los pechos insolentes sobre mis desvalidos sentidos, cual ejércitos de las estepas o lemmings desaforados. Efectos inmediatos de la doble inflación de la silicona, que a este paso, se cotizará cualquier día como el barril Brent.

Soy un hombre de 30 años. Heterosexual, soltero y ateo. Solo quiero tierra que fertilizar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno Noguera.