Ya he visto dos veces en versión original y en una sala de cine la última y genial película de Quentin Tarantino. Inglorious Basterds. Primero, unas palabras para Quentin:
Tarantino, menos mal, tío, que lo de Kill Bill tenía un pase, pero Deathproof era un mojón de a kilo.
Ahora vuelvo con vosotros. Voy a soltar unas pildoritas para expresaros lo mucho que me gusta esta película.
- Ole, ole al multilingüismo. Inglorius Basterds es la bomba que puede despertar a nuestro adormilado entorno de espectadores de películas dobladas abriéndoles un universo de escenas en las que los personajes de distinta nacionalidad se ven obligados a traducir conversaciones enteras a ritmo vetiginoso, en las que un personaje puede ponerse en peligro (o en ridículo: "grazie") por culpa de un acento mal entonado, o en las que el mal se encuentra encarnado (Christopher Waltz, mi ídolo a partir del primer fotograma) en un sofisticado emisario que usa su don de lenguas como una herramienta de caza más.
- ¿Qué cojones los bastardos? Los bastardos que dan título a la película son una mera excusa, personajes desdibujados, para crear una serie de situaciones gloriosas. De hecho, junto (y más) que Shoshanna, los verdaderos protagonistas son los nazis, que son los que de verdad disfrutan de escenas en las que lucirse. Solo hay que ver al soldado que se niega a desvelar el emplazamiento de sus compañeros, o el ministro Goebbels, el jóven heroe de guerra interpretado por Daniel Brühl, el SS que descubre un extraño acento en el bajo de un bar y por encima de todos ellos, el glorioso for ever and ever Hans Landa.
De hecho, hay dos historias en la peli. Shoshanna se venga, Landa se va de rositas. ¿Los bastardos? El pegamento.
- El bueno, el feo y el nazi. Como siempre, Tarantino es un maestro eligiendo la banda sonora. En esta pasa de usar la de míticos spaguetti westerns a una canción de David Bowie como el que pasa de la ensalada al pescado. Y se lo come todo. ¿Resultado? Embriagante.
- El cine salvador. Quizás me ponga dogmático, pero veo una metáfora sobre la capacidad de educación y salvación del cine en la película del barbilludo de Tennessee. Mientras los nazis quieren usar su historia de heroismo para elevar la moral en los momentos de la invasión de Normandía, Fredrick Zoller acabará reconociéndose como un asesino repugnante en la película que protagoniza. Adquiere conciencia. Shoshanna convierte un cine en su refugio, en el lugar de su amor, en el arma de su venganza y en el lugar de su muerte. Los bastardos se autoinmolan en él, cumpliendo su misión exitosamente.
- ¿Adios, celuloide, adios? Otra lectura posible es la del final de una época (el Tercer Reich) y el de otra (el celuloide), ambos seductores y atractivos pero con un efecto secundario: la tiranía.
¿Quien me lleva a verla por tercera vez?
Tarantino, menos mal, tío, que lo de Kill Bill tenía un pase, pero Deathproof era un mojón de a kilo.
Ahora vuelvo con vosotros. Voy a soltar unas pildoritas para expresaros lo mucho que me gusta esta película.
- Ole, ole al multilingüismo. Inglorius Basterds es la bomba que puede despertar a nuestro adormilado entorno de espectadores de películas dobladas abriéndoles un universo de escenas en las que los personajes de distinta nacionalidad se ven obligados a traducir conversaciones enteras a ritmo vetiginoso, en las que un personaje puede ponerse en peligro (o en ridículo: "grazie") por culpa de un acento mal entonado, o en las que el mal se encuentra encarnado (Christopher Waltz, mi ídolo a partir del primer fotograma) en un sofisticado emisario que usa su don de lenguas como una herramienta de caza más.
- ¿Qué cojones los bastardos? Los bastardos que dan título a la película son una mera excusa, personajes desdibujados, para crear una serie de situaciones gloriosas. De hecho, junto (y más) que Shoshanna, los verdaderos protagonistas son los nazis, que son los que de verdad disfrutan de escenas en las que lucirse. Solo hay que ver al soldado que se niega a desvelar el emplazamiento de sus compañeros, o el ministro Goebbels, el jóven heroe de guerra interpretado por Daniel Brühl, el SS que descubre un extraño acento en el bajo de un bar y por encima de todos ellos, el glorioso for ever and ever Hans Landa.
De hecho, hay dos historias en la peli. Shoshanna se venga, Landa se va de rositas. ¿Los bastardos? El pegamento.
- El bueno, el feo y el nazi. Como siempre, Tarantino es un maestro eligiendo la banda sonora. En esta pasa de usar la de míticos spaguetti westerns a una canción de David Bowie como el que pasa de la ensalada al pescado. Y se lo come todo. ¿Resultado? Embriagante.
- El cine salvador. Quizás me ponga dogmático, pero veo una metáfora sobre la capacidad de educación y salvación del cine en la película del barbilludo de Tennessee. Mientras los nazis quieren usar su historia de heroismo para elevar la moral en los momentos de la invasión de Normandía, Fredrick Zoller acabará reconociéndose como un asesino repugnante en la película que protagoniza. Adquiere conciencia. Shoshanna convierte un cine en su refugio, en el lugar de su amor, en el arma de su venganza y en el lugar de su muerte. Los bastardos se autoinmolan en él, cumpliendo su misión exitosamente.
- ¿Adios, celuloide, adios? Otra lectura posible es la del final de una época (el Tercer Reich) y el de otra (el celuloide), ambos seductores y atractivos pero con un efecto secundario: la tiranía.
¿Quien me lleva a verla por tercera vez?
2 comentarios:
Ya te vale ver dos veces esa cosa tan aburrida.
Lo mismo deberías avisar del Spoiler un poquitillo antes, menos mal que ya he visto la peli...
No sé, pero lo mismo con tantas lenguas en la peli te has hecho un pequeño lío. Embriagante?? Ya te vale...
Aunque parezca que sólo he escrito para darte caña, acertada crítica de la película, sí señor, lo cortés no quita lo valiente.
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