viernes, 28 de diciembre de 2007

NOCHE DE ¿FIESTA? Peligros del comportamiento gregario en la noche malagueña.

Lo de "salir en pandilla" siempre me ha dado grima. Pero claro, a la fuerza ahorcan, y a lo largo de mi vida fui cual abeja, de flor en flor, pero en grupos de "amigos". Cumpleaños, ferias, navidades...

Hacía años que no salía en una "pandilla" y el otro día lo hice. Conocía a tres de los quince integrantes. Pero yo voy y me enrollo como una persiana, así que me daba igual.

El plan inicial era noche de botellón con música de móvil. Lo cual me revolvía las tripas. Lucía y yo teníamos un plan B que se iniciaba con una huída, pero que no hizo falta utilizar. Aunque visto lo visto, quizás hubiese sido mejor.

La lluvia saboteó el botellón, así que acabamos en el Pim Pi. La primera mala sensación es que los "pandilleros" ya están sentados, algunos ni saludan, no dejan sitio para que nos sentemos (tampoco es que lo hubiera) y nos tiramos media hora de pie esperando a que decidiesen mover sus lindos culos de sitio. Menos mal que tengo la paciencia de un santo.

Algunos componentes de la mesa me andan buscando con palos y horcas por haber hecho de celestino. Sin éxito, claro. Ninguno de la foto, creo. Igual sí.

Aquí me habían echado droga en el alcohol. (Es todo pose)

Bueno, conseguimos mesa y la cumpleañera (ah, sí no lo he dicho, era un cumpleaños) pide vino dulce para todo el mundo. Menos mal que no había ningún diabético. Así que nada, tres botellas de vino dulce después (tamaño familiar) deciden cambiar de sitio. Y allá que vamos, al Skopas, que estaba petadillo pero donde me marqué un par de bailes sexys con la homenajeada y Marisa, una amiga. Por aquello de quedar simpático. Eran ya las dos y pico de la mañana.

De pronto, por arte de birlibirloque, acabamos en la puerta de una discoteca llamada Anden, en Uncibay, en la que nunca había estado. Se me pone cara de imbécil cuando tengo que pagar 14€ para entrar. ¿Será que no hay bares con música en Málaga, de acceso gratuito?

El sitio está hasta arriba de gente, nos dispersamos y Marisa, Lucía y yo conseguimos un sitio estupendo al lado de un sofá donde ponemos las cosas y dos ponemos a "gosal" de la música, que diría un cubano. Al ratito nos dicen que el resto del grupo está en otro lado, así que, cual becerros al matadero, nos movemos.

¿Y donde acabamos? Delante de la máquina de tabaco. Con la única posibilidad de agitar los pulgares para indicar que estamos bailando, con toda la ropa puesta en lo alto de la máquina, a la que acudían cadas tres minutos individuos con síndrome de dependencia a adquirir su nicotina. "¿Perdón, me dejas? Voy a comprar tabaco" Ya, ya, porque poloflanes, como que no. Y encima vigilar que nadie hurgue entre la ropa y se lleve algo... Osea, que allí estábamos como en el culo de un mico. Y encima preguntándome..."Jaime, por Dios, ¿Cómo no has sido capaz de mandarles a freir espárragos y te has quedado donde estabas? Si no les conoces...¡te dan igual!"

Total, a la hora (60 minutos) de acceder al antro, sin tomarme nada por que me dolían los 14€ de la entrada, agobiado por los fumadores, con aquello más petado que en el Wembley Stadium en el concierto de Queen, decidimos irnos.

Si no llega a ser por Lucía, que es una alegría, creo que aquella noche me hubiese cortado las venas con un mojón seco de perro.

Y por las fotos parece que fue la leche, ¿verdad?

1 comentario:

Lucía dijo...

yo no tengo la culpa... :P

Además ese día estaba borde jajaja tenía q haber utilizao mi ausencia de sutileza