Llevo un momento ya en el autobús que sale del Muelle Heredia hacia La Cala del Moral cuando reparo en que, algo adelantado respecto a mi asiento, en la fila de al lado va un tipo con exceso excesivo de peso (hasta la morbidez) que me resulta familiar, o más bien, reconocible. Y es que no es la primera vez que lo veo por estos lares.
El tipo es de esos personajes que ves por Málaga una y otra vez, deambulando sin mucho sentido, mal vestidos y con un toque indigente que te apena, te consuela, te repele y te hace sentir culpable a partes iguales.
Mientras me fijo en el pantalon deportivo cutre que lleva, el individuo saca de su bolsillo una tableta de chocolate Nestlé, abre el envoltorio rojo y en un gesto pavorosamente automático se lo lleva a la boca para arrancar y tragar un 25% aproximado del cacao con leche.
El espectáculo al que asisto me recuerda a algunos documentales de la 2 sobre la Boa Constrictor. El chocolate es la presa. Lo traga rapidamente, pero degustándolo, y vuelve a la carga. Casi oigo de fondo un ahogado gorgoteo de gusto. A la altura de la Playa de la Araña, se ha trasegado la tableta entera.
Observo conmovido que el orondo viajero, con cara de satisfacción, empieza a dar cabezadas sobre su papada y me pregunto si su madre lo tuvo a dieta alguna vez, si tendrá amigos y quienes serán, qué habrá estudiado, cuando tuvo su última relación sexual no solitaría, cuales son sus hobbies, si es feliz o no, o si en el fondo, a parte de esos compulsivos momentos de placer y liberación, todo se la trae, más que floja, pendulona.
El tipo es de esos personajes que ves por Málaga una y otra vez, deambulando sin mucho sentido, mal vestidos y con un toque indigente que te apena, te consuela, te repele y te hace sentir culpable a partes iguales.
Mientras me fijo en el pantalon deportivo cutre que lleva, el individuo saca de su bolsillo una tableta de chocolate Nestlé, abre el envoltorio rojo y en un gesto pavorosamente automático se lo lleva a la boca para arrancar y tragar un 25% aproximado del cacao con leche.
El espectáculo al que asisto me recuerda a algunos documentales de la 2 sobre la Boa Constrictor. El chocolate es la presa. Lo traga rapidamente, pero degustándolo, y vuelve a la carga. Casi oigo de fondo un ahogado gorgoteo de gusto. A la altura de la Playa de la Araña, se ha trasegado la tableta entera.
Observo conmovido que el orondo viajero, con cara de satisfacción, empieza a dar cabezadas sobre su papada y me pregunto si su madre lo tuvo a dieta alguna vez, si tendrá amigos y quienes serán, qué habrá estudiado, cuando tuvo su última relación sexual no solitaría, cuales son sus hobbies, si es feliz o no, o si en el fondo, a parte de esos compulsivos momentos de placer y liberación, todo se la trae, más que floja, pendulona.
5 comentarios:
Bueno, bueno, que no te vea yo comer chocolate...
jajajaja!! muy bueno stulifer jajaja
yo creo que nunca me habia fijado tanto en alguien en un bus...
Jaime, deberías de plantearte un curso que te ayude a descansar la mente :P
¿Una tableta de chocolate Nestlé entera? no creo que sea algo tan excesivo (aunque desde luego no es recomendable hacerlo todos los días).
De hecho yo alguna vez me he comida una tableta de esas yo solo y tampoco me ha pasado nada...
stultifer:
Oiga, que yo no hago esas barbaridades.
Lucía:
Yo sí me fijo, de hecho, me encanta fijarme en la gente. ¿Seré un psicópata?
José Roberto:
No es excesivo si no eres excesivo como aquel tipo, que tiene que tener de todo relacionado con su masa corporal.
mmm a lo mejor...
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