Sòlo cuando me duele el alma de infelicidad, mi corazòn se pone a latir. El suspiro es el marco ideal de la respiraciòn y la felicidad no es la temperatura de la vida.
Cioràn.
A veces, como dice mi amigo Alberto, lo que sucede, conviene. Ayer un ron cola me rebotó espiritualmente, llevándome a un estado chamánico en el que era invulnerable. Sucedió en el Castillo de Gibralfaro, donde se celebraba una entrega de premios para modernos con mini-miting incluido. Esta vez, del Alcalde de Málaga.
Ella estaba allí. Había acudido a la llamada del bufón. Me acerqué con ánimo romántico y le dije lo que pensaba. Solo me callé cuando cruzó los brazos, pero luego continué. Me dijo que estaba incómoda. En un arranque de mal gusto, ante su nueva negativa, le solté un "tú te lo pierdes, nena" y luego busqué un espejo, pero no había. ¿Era yo el que había soltado tal imbecilidad?
La pobre todavía tuvo el buen corazón de acercarnos al centro a mí y a unos amigos. Continuamos la farra un poco más. Me sentía envejecer con la visión de cada nueva jovencita de andares insolentes, de caderas cadenciosas. Ella le había prestado atención a un tipo recién llegado de Oriente Medio. ¿Era eso lo que me faltaba? ¿El elemento exótico?
1 comentario:
No creo q se te haya despreciado, más bien lo contrario... pero como gustes...
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