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Queridos amigos lectores, contemplad por un segundo la definición de la palabra
felicidad. Yo en un campo sueco, protegido con una gorrita, con un cubo y una pala. ¿Qué más se puede pedir con un año de edad? Pues nada. Momento zen. No había encefalopatía espongiforme, me daban igual el colesterol y los triglicéridos y no sabía quien era Otegui. Me traía al pairo una retención fiscal, los problemas de la vivienda, ETA o si ZP o el otro.
Y aunque todo esté cambiado, aunque ahora no recuerde lo que sueño, pero si lo que vivo, sigo sonriendo.
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